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ABC Ciencia: una conversación con el Laboratorio de sueño y memoria

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“Es necesario entender que el método científico nunca busca la verdad sobre un asunto. O en realidad sí la busca, pero nunca la va a conseguir 100%, siempre se tiene que dejar lugar para el error».”

La Ciencia y el Derecho son disciplinas con objetivos y métodos diferentes. Por un lado, el Derecho construye su argumentación priorizando la coherencia y la consistencia en pos de fundamentar una narrativa propuesta sobre un caso. Por otro lado, la Ciencia cambia constantemente en función de pruebas y descubrimientos nuevos.
Al pensar en los usos que se hacen de la ciencia en el sistema penal, debemos plantear una serie de problemas que esta interacción trae aparejados: la falta de información por parte de los jueces y las juezas, la falta de control sobre los procedimientos realizados, los problemas de valoración de las peritaciones y otras pruebas, y los problemas de admisibilidad.
En esta primera parte de la entrevista a Matías Bonilla y Candela León -licenciados en psicología, becarios doctorales del Conicet y parte del equipo del Laboratorio de sueño y memoria-, quisimos abordar, de manera más general, conceptos fundamentales de la ciencia y su relación con el derecho penal.

El camino de la ciencia

IP: Como introducción nos gustaría entender, ¿qué es evidencia?
Candela León: La evidencia es el resultado de una experimentación que sigue distintos métodos y controla todas las variables posibles. Es importante destacar que cuando decimos “evidencia” no es aquella que surge de un solo experimento, trabajo o investigación, sino que es la acumulada durante una gran cantidad de tiempo, ya sea a favor o en contra de una hipótesis, para posteriormente llegar a una conclusión. No es que un trabajo o un paper van a dar “la evidencia”, siempre es una acumulación.
Matias Bonilla: Algo que debemos tener en cuenta es que cuando un procedimiento sigue el método científico, los resultados producidos pueden ser discutidos, falseados y replicados en otros ámbitos. Esto es algo que sabemos desde comienzos del siglo XX por Karl Popper, quien desarrolló la doctrina del falsacionismo.
A partir del siglo XX surgieron más doctrinas que dicen que, en realidad, lo que antecede a la experiencia es la teoría. De esa manera, se crean hipótesis teóricas sobre algún tema que luego intentan ser comprobadas con distintas metodologías o procedimientos. Es ahí cuando entra la evidencia, justamente para poder comprobar esas hipótesis. Debemos destacar que dentro de lo que denominamos evidencia científica o método científico siempre va a quedar un margen de error, un fragmento de duda.
IP: ¿Y cómo se evalúa el grado de confiabilidad de la evidencia?
CL: Como te decía, dentro de lo que llamamos método científico es necesario que la evidencia que obtengamos pueda ser replicada, falseada por otros investigadores. Esto implica que se sigan protocolos o procedimientos que permitan disminuir el sesgo que el investigador pueda tener sobre la investigación que está llevando a cabo, o bien que reduzcan el posible error humano que existe en cualquier investigación. Cuanto menor sea el margen de error, más confiables serán los resultados. Cualquier persona, en cualquier parte del mundo, debería poder replicarlo y obtener el mismo resultado. En caso de que haya alguna discrepancia con los resultados, se reporta para ver si la hipótesis sostenida hasta el momento sigue siendo válida o no.
IP: Hablás de procedimientos que se llevan a cabo para disminuir los sesgos de quien investiga, ¿nos podrías dar algún ejemplo?
MB: Hay un montón de procedimientos. Uno muy interesante es el doble ciego. Implica que el investigador y el sujeto experimental no sepan qué condición experimental están aplicando ni qué condición experimental están recibiendo. En el caso de los fármacos, el investigador no sabe si está dando el fármaco o el fármaco control, que es un placebo. De igual modo, el sujeto experimental no sabe si está recibiendo el fármaco con la droga o el placebo. De esa manera, se controla el sesgo que pueda tener el investigador al dar la droga, ya que no podrá dar indicio físico, por tono de voz, o por algún otro medio sobre qué fármaco está dando y, a su vez, el sujeto experimental tampoco va a tener expectativas que puedan interferir en los resultados que vamos a obtener en el experimento.
IP: ¿Puede estar mal aplicada a la ciencia y, en ese caso, de qué manera?
CL: Bueno, para empezar, están la buena y la mala fe. Pensando en el escenario más grotesco, uno puede aplicar mal la ciencia, adrede, y mentir en el resultado u omitir resultados. Pero cuando actuás de buena fe también cometés errores, como en cualquier disciplina. Otro caso que se me ocurre de mala aplicación de la ciencia es en lo que respecta a la comunicación, es decir, dar a conocer los resultados y darle una gran importancia a un aspecto que, en realidad, no es tan relevante.
MB: Un ejemplo real que se me ocurre al respecto es el caso de un fármaco muy importante sobre el que habían hecho un experimento y, a partir de los resultados que mostraban que funcionaba mejor, se aumentaron las ventas de este fármaco. Sin embargo, se vio después que la diferencia de mejora era mínima. Lo que sucedía entonces era que el fármaco que estaba en el mercado hasta ese momento era más barato y accesible para la sociedad; el nuevo era más costoso. Al comunicar un resultado estadístico se dejó a un lado toda la cuestión social y la parte práctica y lógica.
También tenemos lo que se denomina “efecto iceberg”, que ocurre cuando se muestran exclusivamente los resultados positivos. Esto sucede porque a veces es, justamente, lo que se premia.
CL: Esto significa que se exponen o se publican solo los resultados que confirman tu hipótesis. Por ejemplo, tenés la hipótesis de que un fármaco va a modificar una sintomatología determinada, pero lo que no da resultado positivo no se muestra. Esto genera un sesgo de publicación. No es solamente el científico quien no muestra los resultados negativos, sino que las revistas tampoco lo hacen, pues no publican -o eligen no publicar- cuando un resultado es negativo.
MB: A veces se piensa que los resultados negativos no colaboran o no contribuyen a cierto conocimiento pero es todo lo contrario, pues también son parte de la contribución que se puede hacer sobre determinado conocimiento.
CL: En ese sentido, también es importante entender que el resultado de una investigación no tiene que ser directamente aplicable a la sociedad. O sea, al publicar un paper con un resultado eso no pasa directamente a ser parte de la sociedad o cambiar algo en esta, no funciona así. Uno tiene que acumular cierta cantidad de evidencia, a favor o en contra de un fenómeno, y recién ahí puede ser aplicado a la sociedad de una determinada manera. Por ejemplo, para modificar los manuales de medicina se acumula evidencia durante años.
MB: Sí, en ese caso hay organismos específicos que se encargan de recopilar la información sobre determinado diagnóstico y, año a año, examinan si ese diagnóstico puede seguir estando en los manuales internacionales de, por ejemplo, psiquiatría. Estos son trabajos de muchísimo dinero, tiempo y de muchísimos profesionales.
Entonces cada pequeña contribución que uno puede hacer con una publicación está buenísima y sirve, sea positiva o negativa.
Cómo se cuentan los resultados de las investigaciones, también es responsabilidad de los medios de comunicación. Una cosa es cómo está contado un paper en un trabajo de investigación y otra cosa es cómo se le cuenta al público lo que se descubrió. Muchas veces se extrapola directamente un resultado que quizás es ínfimo o es una contribución a algo que ya se sabía. Sin embargo, se cuenta de una manera desproporcionada y genera caos, esperanza, o algo que quizás no es tan así.
Si bien como científicos una de nuestras obligaciones con la sociedad es la de la divulgación no tenemos tanto entrenamiento para comunicar, nadie nos enseña. Pero hay gente especializada en comunicación científica y eso me parece genial, que uno confíe y que, de alguna manera, uno esté atento a lo que esas personas comunican y a cómo lo comunican.
CL: También sacar esa idea que existe sobre los momentos “eureka”, los grandes descubrimientos o las grandes preguntas. La realidad es que nosotros estamos colaborando a manera de hormiguitas: yendo y poniendo una miguita en algo que se viene investigando hace 100 años. Las grandes preguntas sobre las cosas que vienen a cambiarlo todo existen, pero vienen cada tanto. Después, uno está respondiendo pequeñas preguntas que van a contribuir en algún momento a que haya un gran corpus de evidencia sobre un fenómeno determinado. También ahí es importante la humildad de los científicos y de la gente que trabaja en ciencia, para entender que esto es algo colectivo.

Ciencia aplicada: El proceso de investigación penal

IP: Hablemos de qué puede ofrecer la ciencia al proceso judicial y qué, definitivamente, no puede ofrecer.
MB: El funcionamiento del sistema judicial es muy diferente a cómo funciona la ciencia. El sistema judicial necesita certezas, respuestas, tomar decisiones sobre un determinado caso y eso la ciencia no puede dárselo. No tenemos una máquina como Black Mirror que pueda ver el pasado y saber específicamente qué sucedió sino que proveemos -desde nuestras diferentes disciplinas- herramientas que ayuden de alguna manera a tomar esa decisión.
Por eso es muy importante que cuando un experto dé su opinión sobre un tema lo haga en modo condicional, que no pretenda dar una verdad o una certeza sobre un asunto sino diferentes posibles explicaciones sobre aquello que estén discutiendo y que después la decisión quede en manos del juez o el jurado.
Es necesario entender que el método científico nunca busca la verdad sobre un asunto. O en realidad sí la busca, pero nunca la va a conseguir 100%, siempre se tiene que dejar lugar para el error.
CL: Yo creo que además del aporte que puede hacer la ciencia en el área pericial, está todo el aporte que puede hacer en el área procedimental, porque los procedimientos que se llevan a cabo actualmente en la justicia, al menos muchos de ellos, no están basados en evidencia. En muchos casos ni siquiera se hace siempre lo mismo para -al menos- eliminar la variabilidad. Por ejemplo, en cuestiones básicas como la forma en la que se arma una rueda de reconocimiento.
MB: Lamentablemente, no seguir determinados protocolos durante los procedimientos da lugar a que haya errores y lleva a “perejiles” a la cárcel. Utilizar protocolos y procedimientos estandarizados nos permite eliminar una posible duda sobre si los resultados obtenidos son válidos o no.
Aquí también entra el tema de educar a los actores de la justicia en ciencia y en procedimientos científicos, para poder diferenciar qué es evidencia y qué no lo es. Esto es vital por si se presenta un “experto” en una área que quizás carece de evidencia científica, como en el caso de este señor que fue acusado a partir de un perro que olió en la casa y eso lo llevó a la condena(1). Si en la justicia hubiera habido un actor que supiera sobre procedimientos científicos, habría podido evaluar cómo se recopiló esa prueba, su validez y podría haber puesto en duda el testimonio de ese “perito experto”.
Por eso, para nosotros es sumamente importante la educación de la justicia en métodos científicos: entender qué es el método científico, cómo sirve y cómo utilizar sus procedimientos, cómo leer los resultados que se obtienen, cómo escuchar a los expertos.
IP: En este panorama que resulta tan desalentador, ¿qué tenemos que preguntarnos para evaluar la confiabilidad de los peritajes?
MB: En Argentina no existe un protocolo o un lineamiento que estipule cuándo una prueba tiene validez o confiabilidad y cuándo no; en Estados Unidos, sí. En los años 90 hubo un fallo que determinó cuáles eran las características que tenía que tener una prueba para ser admitida dentro del ámbito judicial:
Si esa prueba se probó y se validó en el ámbito forense.
Si la prueba o técnica se sometió a una evaluación de pares; si tiene publicaciones que la respalden.
Si se conoce el rango posible de error que esa prueba puede tener.
Que se pueda establecer con claridad qué estándares se realizaron para aplicar esa prueba, o sea cómo fue el procedimiento para tomar esa prueba.
Y, finalmente, si la técnica se acepta o no en el ámbito científico, si es conocida y aceptada por pares.
Lamentablemente, estas características que mencioné, que parecen muy simples, no se cumplen en muchas de las pruebas que se utilizan cotidianamente en el ámbito penal argentino. Por ejemplo, desde las peritaciones psicológicas hasta las técnicas un poco más controversiales, como la grafología o el análisis de la postura y los gestos de una persona al hablar, que carecen de bastante validez científica y tienen cada vez más evidencia en contra.
Así que en Argentina hace falta que por lo menos se estipule cuáles son las características que tiene que tener una prueba para ser admitida.
IP: Mencionaron el tema de los “peritos expertos” que no son tales, ¿cómo diferenciamos un experto verdadero de un falso experto?
CL: Es difícil, porque no es que hay una línea que permite darte cuenta de que alguien es experto o no lo es, pero hay varios elementos que hay que tener en cuenta.
MB: Hay muchos “expertos” en áreas de las que no se tiene evidencia científica, por ende, uno puede ser un experto de un área como, por ejemplo, la homeopatía, pero esta área carece de evidencia científica que la respalde. Así que un primer punto sería determinar si hablamos de una temática o área con evidencia y, de ser así, eso será un punto a favor.
Después sucede un fenómeno en el que personas que quizás no tienen mucho conocimiento sobre un área específica piensan que sí lo tienen. Si alguien es experto en un tema es porque durante mucho tiempo investigó ese tema específico, partiendo -primero- de algo más general hasta llegar a un área muy acotada. No existe alguien que sea experto en un campo en general, como la medicina, sino personas que trabajaron durante toda su vida en un tema específico, chiquito y bien circunscrito.
También está el asunto de si el experto va a favor de lo que se sabe hasta el momento sobre cierto tema o, al contrario, es un experto que va en contra de un montón de profesionales. Eso sería una alarma. Es decir, o es un genio que de repente descubrió algo innovador, o es una persona que quizás no está siguiendo los procedimientos que se están exigiendo.
CL: También considerar la relevancia que tenga en su área, qué tanto reconocimiento tiene de sus colegas o de las personas que trabajan en el área y si lo reconocen como una persona confiable.
MB: Si tiene publicaciones que respaldan lo que dice, pues si alguien dice que sabe sobre un tema pero no tiene publicaciones al respecto significa que no tiene investigación práctica sobre el asunto. Otro aspecto es que no se abogue por la verdad sobre un asunto, eso me parece vital como para poder diferenciar.
IP: Hablemos sobre el uso de un “lenguaje prudente” al momento de comunicar los resultados de una investigación o pericia y sobre cómo podemos determinar el grado de confiabilidad de un resultado.
CL: A veces, cuando damos clases a los practicantes de Innocence Project Argentina nos pasa que toda la información que damos tiene puntos suspensivos, o sea que si bien hay temas que tienen más cúmulo de evidencia y uno puede decir con más seguridad algo, después hay un montón de otros temas en los que te encontrás con miles de papers que dicen una cosa y otros que dicen otras. Son cosas que no tienen tanto consenso y esas son las que hay que comunicar de una manera diferente.
MB: Sí, porque justamente las temáticas que menos certezas tienen son los agujeros por donde entran las pseudociencias, los charlatanes o los falsos expertos. Es ahí donde es peligroso.
Cuando hacemos cursos de formación o damos clases a gente que no está en el ámbito científico, como abogados o profesionales de la justicia, nos piden certezas. Para darte un ejemplo, cuando mencionamos el tema de falsas memorias y emoción, te preguntan: —¿Se puede decir que tal hecho sucedió porque la persona estaba en tal estado emocional? Y nuestra respuesta siempre es: — No sé. O sea, una de las posibles explicaciones puede ser esa pero hay ochocientas mil explicaciones más que podemos dar sobre ese asunto. Entonces la gente pone cara de que quizás no están contentos con la respuesta, pero así es la ciencia, ¿no?
Pero entendemos que hay distintas disciplinas que necesitan un nivel de incertidumbre mucho menor. Si estamos hablando de la eficacia de un fármaco, el nivel de incertidumbre que se puede tener ese experimento tiene que ser menor, muchísimo más acotado. Cuando estamos hablando sobre si un tratamiento funciona o no, también necesitamos que el nivel de incertidumbre se reduzca lo más que se pueda.
Siempre va a existir el error pero este tiene que ser cada vez menor para que el conocimiento sea aceptado como válido.
CL: Y volvemos al tema de la buena fe que mencionamos al principio. Yo si quiero te puedo dar a vos cuatro papers que te sirvan para decir que ese fenómeno es así. Y le puedo dar a otra persona otros tantos que digan lo contrario. Ahí lo importante es entender cómo se hace la selección y, sobre todo, cómo se valora el hecho de que haya evidencia a favor y en contra.
MB: Con la cantidad de publicaciones que hay por día a nivel internacional, uno debe saber seleccionar, rastrear y comunicar de manera concreta lo que hay descubierto hasta el momento. Ahí es donde entra el experto que te hace una especie de resumen, la lectura previa que alguien que no es experto no podría hacer.
CL: Todo esto, para poder entender qué es lo que realmente tiene más consenso y qué es lo que vos realmente podés decir con mayor grado de certeza, que siempre va a ser una cuestión de probabilidad.
MB: Ahí está el tema de la incerteza y la complejidad. Sí, la ciencia es incierta, la ciencia siempre nos da lugar a la duda y eso es lo bueno, porque si fuese algo estanco o algo medio dogmático como era antes, no tendríamos ningún tipo de desarrollo científico en ninguna área. Esta incertidumbre, a mí me parece, es lo mejor que tenemos porque es como una especie de motor para seguir investigando.

Caso Marcos Bazán. Más información.