LARA BENITEZ

«Por alguna razón, de todas las injusticias que pueden identificarse en el mundo, la idea de que una persona inocente sea condenada siempre fue una que me impactó particularmente. Quizás, por el hecho de pasar los días lejos de las personas que te quieren, la tristeza de saber que muchos no confían en tu inocencia, la impotencia de no poder hacer nada al respecto o la certeza de que los días que pases ahí adentro nada ni nadie te los va a devolver. Por la razón que sea, desde que me enteré de que estas cosas pasaban –que gente inocente iba presa y luego se descubría que habían sido condenados injustamente- siempre creí que era algo en lo que me gustaría involucrarme. Más adelante, cuando comencé la carrera de Derecho, me enteré del trabajo de Innocence Project en Estados Unidos y, un tiempo después, de su existencia en Argentina. Decidí postularme y tuve la oportunidad de ser voluntaria.

Mi paso por la Fundación me dejó una serie de enseñanzas que pueden resumirse en dos palabras: experiencia y motivación. Respecto de la experiencia, en Innocence Project tuve mi primer contacto con expedientes reales de casos penales. Así, tuve que aprender a identificar lo relevante entre miles de fojas, a organizar la información y a poder sintetizar mis avances para comentarlos en las reuniones semanales con el equipo. También tuve la oportunidad de aprender sobre el funcionamiento de los juzgados en distintos trámites relacionados con los expedientes y de ensayar el trabajo en equipo, ya que siempre se ponía en común y se debatía el camino a seguir en cada caso.

Respecto de la motivación, en Innocence tomé consciencia de la magnitud del problema del armado de causas y de los errores judiciales que derivan en la condena de personas inocentes. Si bien esto indigna y por momentos me generó cierta impotencia, no logró desmotivarme sino que impulsó mis ganas de comprometerme con estas cuestiones. La injusticia está tan presente y tan normalizada que es necesario intervenir y es necesario involucrarse. Desde el lado que sea, desde el rol que cada uno ocupe en la sociedad; ya sea mediante el trabajo en una Fundación, desempeñando con responsabilidad un cargo en el sistema de justicia o difundiendo y educando sobre estos problemas. Esa intervención podrá, a veces, parecer pequeña frente ante tanta otra injusticia que uno no puede cambiar, pero la imposibilidad de modificar todo el sistema no puede frenarnos a mejorar lo que esté a nuestro alcance.

Por todo esto, esta práctica no solo me dio herramientas para desempeñarme cuando me reciba sino que también, me confirmó el camino que quiero seguir cuando esto pase.»